Cuando pienso en Strip
Dancer no puedo evitar recordar la lectura del 18 de Julio de 2012 en Vuela
el Pez, en la que Gabriela Tavolarar presentó a su nuevo personaje leyendo En las pistas de baile con una
performance que incluía auriculares al estilo DJ[1].
La lectura/escenificación fue un éxito, y por varios motivos, pero la imagen
que me quedó grabada fue la de esos auriculares. Por supuesto, la elección del
detalle no fue caprichosa, los auriculares aparecen constantemente en Strip, y lo que es más importante, son
una metonimia perfecta de uno de los ejes centrales que sostienen la construcción
del libro: la música.
Me resulta imposible imaginar este libro sin la música
que lo acompaña, su soundtrack. Es el marco casi obligatorio que le da el tono
y el contexto necesario a la voz de este personaje. Por supuesto que no sólo la
música forma parte de este marco, se entrelazan también las referencias al
cine, la televisión y la literatura, que forman un entramado de
intertextualidades dentro de lo que podríamos llamar mundo de la estética pop
contemporánea. La forma que mejor sintetiza este entramado es el videoclip, o
el musical, que es una especie de videoclip extendido, un videoclip de 2 horas, como dice Strip hablando de
Flashdance.
En este punto quiero volver a la lectura de Vuela el Pez,
y al texto que Gabriela leyó en esa oportunidad. Quiero citar un fragmento de
la introducción de este texto que condensa ideas que están muy presentes en
toda la primera parte del libro:
Con la música y sus palabras se expresa ese algo
que te identifica, que te lleva a un momento placentero o no, de escucha, de
“mi vida es una película”. Como con las palabras a secas (hasta un simple
cartel). Disparadores. Como con los libros. Disparadores. Y me gusta
transmitírtelo y que le dé tono al conjunto de palabras que sí son mías, en el
resto de esto que estás leyendo o escuchando.
Hollywood,
Broadway, o el mundillo MTV. Estos mundos estéticos son los libros de
caballerías de este Quijote de botas con taco alto y auriculares. Después de la
introducción, el texto arranca con esta frase: Una noche de trabajo me dejé llevar por mi personaje. Y es que
Strip quiere vivir en una película, o mejor, en un videoclip. Así comienza
todo, una mujer que se convierte en su personaje. Lucero, ese nombre que apenas
se desliza como un comentario, se convierte en Strip Dancer, y su historia
tiene que estar musicalizada. Los videoclips y los artistas van desfilando por
las páginas de libro: Lady Gaga, Flashdance, Metallica, Thriller… y varios más.
Los auriculares representan el espacio en donde el
personaje puede alejarse de la realidad cruda y vivir la fantasía del
videoclip:
Será acaso por los auriculares que uso: una cámara
frigorífica donde todo lo que está adentro es puro. La música al máximo, solo
la luz de la pc, para islarme (gritarán llamándome hasta concluir que estoy
dormida). Me refiero a ese producto lavado que no tiene fallas, y hace más
largo el trayecto para decidir si te gusta o no y te quedás diciendo: “tal
género no me gusta pero esto se oye y se ve tan bien voy a darle una
oportunidad…”
Esta pureza estética forma una burbuja, pero la realidad
no desaparece, y se termina filtrando. No mucho después de En las pistas de baile, otro texto, Spectrum, ya empieza a mostrar las fisuras en la imagen brillante y
glamorosa que Strip crea de sí misma:
Pensar que yo quería ser como Catherine Zeta-Jones
en Chicago. Pensar que me creí que esa actitud deslumbrante se podía tener
todas las noches. Pensar que hacer un musical en vivo no es lo mismo que filmar
una película. Pensar que no soy una estrella: acá, y en gran parte del mundo,
por más que sea un lugar “de nivel”, que sea “scort” y no una puta, que sea
“pole-dancer” y “odalisca” (y aunque no venga al caso, les aclaro, que canto,
actúo y también, escribo), por más que yo sepa que no soy una simple
mina en pelotas arriba del escenario, igual, igual, en la vida nocturna estamos
todos estrellados.
A medida que la ilusión del musical va resquebrajándose,
cambia la atmósfera del libro, la voz
poética se vuelve más introvertida, y la luz brillante de los escenarios va
dando paso a paisajes más oscuros de urbanidad gris y sórdida o a memorias en
sepia de fotos viejas. Cuando el libro se transforma, la música no desaparece,
sigue los cambios de estado que va experimentando el personaje y la forma del
texto. Por ejemplo, podemos ver que en online,
una de las secciones más oscuras del libro, ─con temas de Daft Punk, Marilyn
Manson, Placebo y Rammstein, por mencionar sólo algunos─ la música crea la atmósfera apropiada para
que entremos en ese clima cyberpunk de máquinas, violencia y deseo.
En este punto quisiera volver a la idea de banda sonora y
al diálogo que la música establece con las palabras a lo largo de todo el
libro. Creo que para adentrarnos en el mundo de Strip lo mejor es ir escuchando la música que proponen los
distintos textos a medida que leemos el libro. En una palabra… a u r i c u late.
[1] Se puede ver el video de la lectura en el
siguiente enlace: http://www.youtube.com/watch?v=fACjX5ViHSI